Para celebrar los 64 años de Israel en Libertad Digital nos hemos reunido con algunos españoles que vivieron y sintieron como algo especial ese día. La propia existencia de Israel debería ser motivo de regocijo para todos nosotros, pero todavía lo es más para algunos de nuestros compatriotas que, como judíos, sienten una vinculación muy especial con el estado hebreo.
¿Cómo vivieron los judíos que ya eran españoles o que lo fueron después ese día y ese proceso? La mejor forma de saberlo era hablar con ellos y, pese a las décadas transcurridas, hemos logrado reunir el testimonio de tres.
El primero es Pinjas Bendahan, que en mayo del 48 tenía quince años y vivía en Tetuán, por aquel entonces territorio español. Pinjas era miembro de una familia sefardí que tenía ya ideales sionistas, como buena parte de la comunidad judía en la ciudad.
De hecho, muchos judíos tetuaníes "ya habían viajado ya a Israel y muchos habían comprado propiedades", así como también los había que "estaban en Estados Unidos o Venezuela haciendo fortuna". Una comunidad en la que ese sentimiento sionista era común, y eso que todavía "no sabíamos prácticamente nada de la Shoa".
Pegados a la radio y con discreción
En un país musulmán los acontecimientos importantes para la comunidad judía se vivían en las casas y, en no pocas ocasiones, pegados a la radio. Así ocurrió el 29 de noviembre de 1947, cuando, tal y como nos relata Pinjas, su familia estaba, como todas las demás de la comunidad, escuchando por emisoras foráneas el desarrollo de la votación en la ONU: "Preguntaban al representante de Francia, por ejemplo, decía sí y todos nos poníamos a gritar".
No se podían hacer grandes fiestas, así que las celebraciones se limitaron a servicios religiosos. De aquellos meses Pinjas recuerda también la llegada desde Israel de los delegados de Habonim Drod, jóvenes sionistas que "preparaban" a judíos de todo el mundo para su "inminente" viaje al nuevo estado con clases de diversas materias y, sobre todo, hebreo.
También a través de las ondas radiofónicas se escuchó la proclamación de Ben Gurión aquel 14 de mayo del 48, obviamente no había televisiones ni imágenes, pero en su imaginación nuestro protagonista y su familia estaban allí: "Casi podíamos ver la imagen de Ben Gurión, bajo el retrato de Theodor Herzl y con la bandera bicolor blanca y azul".
Tampoco hubo celebraciones oficiales y públicas, con una excepción: "Mi tío Salomón Israel se atrevió a celebrar una pequeña fiesta en su casa, que era consulado belga", nos cuenta Pinjas. "Allí me pidieron que iniciase el canto de Nuestra esperanza, que es el himno de Israel" y, tal y como podemos comprobar "todavía se me saltan las lágrimas recordando esto".
En Tánger, cuando era Tánger
Nuestro segundo protagonista, Alberto Benasuli, vivía en aquellos años en Tánger, cuando esta ciudad era internacional y un extraño foco de libertad en el norte de África: "Había – nos cuenta Alberto – una gran colonia española y también una colonia judía muy importante, pues de los 100.000 habitantes de por entonces 17.000 éramos judíos".
Tánger era un lugar muy especial, al que "llegaba gente de Europa huyendo de los nazis" y en el que "todos sabíamos quién era el servicio secreto alemán o del francés". Todo esto hacía que el sionismo "se viviese de una forma muy intensa", entre otras razones porque "antes del final de la guerra ya se sabía que estaba ocurriendo algo terrible en Europa, aunque por supuesto no lo sabíamos todo".
Alberto nos cuenta que durante los meses clave en los que sucedió todo él estaba preparando su examen de bachillerato, lo que le hizo perderse muchas cosas, ya que allí en Tánger sí se pudo celebrar casi por todo lo alto el acontecimiento. Así, sin participar del jolgorio tanto como le habría gustado, nuestro interlocutor sí recuerda la emoción y la alegría, y también la preocupación de aquellos días, normal porque "todo el mundo era consciente de la importancia de lo que estaba sucediendo".
Como en Tetuán, los acontecimientos se seguían a través de la radio, del mismo modo que en poco después, ya siendo parte de la incipiente comunidad judía de Madrid, siguió el desarrollo de la primera guerra que sufrió Israel: "Nos enterábamos a través de las radios extranjeras, sobre todo la BBC".
Casi cuando nos despedimos Alberto también nos cuenta cómo acabó aquel Tánger tan especial: "En el 53 casi toda la policía había salido de la ciudad y hubo un levantamiento violento tras el que ya se fue mucha gente. Aquello fue el principio del final del Tánger internacional".
Desde un campo de concentración
Nuestro tercer testimonio nos lo ofrece Rajel Abecasis, una de las españolas con una vida más impactante que se podría encontrar. Rajel había nacido unos pocos años antes en el Gueto de Varsovia y, a ella y a lo poco que quedaba de su familia tras el Holocausto, el nacimiento de Israel los pilló en un campo de concentración en la Alemania occidental.
Es una historia que no se conoce mucho pero hubo bastantes de estos lugares tras la Guerra en los que se agruparon judíos de muchas partes de Europa, no pocos de ellos supervivientes de los campos de exterminio. Paradójicamente, en los primeros meses compartían su cautiverio con prisioneros del régimen hitleriano: "Se metió a toda la gente que había desplazada, y muchos eran los colaboracionistas de los nazis que no se atrevían a volver a sus países".
Por supuesto, tal y como Rajel nos cuenta estos campos "no eran como los de la guerra", pero "la misma idea de que existiesen y de que existiesen durante años es increíble".
En estos campos, en los que siempre se ponían en marcha inmediatamente una sinagoga y un colegio, sus ocupantes tenían un fuerte sentimiento de desarraigo: "Sabíamos que nadie nos quería acoger y al final tampoco nosotros queríamos ya ir a ningún sitio de Europa, el centro de nuestra vida era luchar por la creación de un país propio".
Y ese país llegó el 14 de mayo de 1948, aunque Rajel nos cuenta cómo su recuerdo más vivo es de unos meses antes, de la votación en la ONU en noviembre: "Teníamos una pequeña radio en el campo y había muchísima gente en mi clase del colegio, yo estaba sentada en mi mesa. Al principio cada vez que un país decía YES gritábamos y vitoreábamos, pero a medida que seguía la votación se hizo un enorme silencio... Parecía que había más "yes" y que sí, que íbamos a tener un país..."
"Lo que más recuerdo es que al final todos llorábamos, todos llorábamos". Y aún hoy, décadas después las lágrimas se deslizan por el rostro de Rajel al recordar aquel día.
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